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Raimundo Seguí López-Peñalver / Docente del Máster Universitario en Epidemiología y Salud Pública de la Universidad Internacional de Valencia

‘La concienciación sobre una Salud Única, el movimiento One Health, es vital para evitar ir perdiendo terreno en esta lucha entre especies’

Casi cuatro años han pasado desde que una historia más propia del cine de ciencia ficción invadiese el planeta. La Covid-19 “ha tenido un impacto sin precedentes en la salud pública mundial”, explica el doctor Seguí. En su opinión, ‘la magnitud de ese impacto es aún difícil de delimitar’, puesto que “continúan los brotes, las olas epidémicas y el virus sigue biológicamente evolucionando y adaptándose”. Por eso, hay que seguir protegiéndose...

Emma Vicente EM 22-09-2023

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Pregunta.- Han pasado casi cuatro años desde que el mundo experimentase una amenaza que nunca se hubiera podía imaginar. Siendo usted docente del Máster Universitario en Epidemiología y Salud Pública de la Universidad Internacional de Valencia –dos disciplinas que han sido determinantes para poder hacer frente a este problema–, ¿cómo se podría explicar la Covid-19 desde el punto de vista de salud pública? ¿Se tiene suficiente perspectiva para visualizar la magnitud de lo que ha significado?

Respuesta.- La enfermedad Covid-19 está causada por el SARS-CoV-2, un virus emergente descubierto en 2019 en Wuhan (China) y que se transmite persona a persona a través de gotas respiratorias producidas y eliminadas al ambiente por aquellos individuos infectados al toser, estornudar o hablar. Una enfermedad normalmente aguda que suele cursar con síntomas como tos, fiebre, dificultad para respirar, dolor muscular, cansancio y en algunos casos puede llegar a desencadenar complicaciones de mayor gravedad, entre las que se encuentran la neumonía, la insuficiencia respiratoria y en ocasiones la muerte.

Lamentablemente, este virus desencadenó en muy poco tiempo una pandemia global que aún casi cuatro años después sigue manifestándose con mayor o menor intensidad en la inmensa mayoría de países del mundo. Mucha gente se pregunta por qué este virus y no otros, o por qué se llegó a convertir en una emergencia sanitaria mundial tan rápidamente, sin tiempo de reacción. La respuesta puede parecer compleja, pero a mi parecer no lo es tanto. Como virus emergente, estaba fuera del radar, o al menos su capacidad para infectar a humanos y que estos pudiesen infectarse a su vez unos a otros. Fuera cual fuera su ‘origen’ (algo que hoy en día sigue suscitando polémica), lo que sí se sabe es que se trata de otra de las muchas zoonosis que cada vez con más frecuencia aparecen súbitamente debido a la globalización y el cambio climático.

Se estima que hay infinidad de virus que afectan a animales de los que todavía no conocemos su existencia y la cada vez mayor invasión por nuestra parte de sus ecosistemas eleva las probabilidades de interacción con ellos, y en consecuencia de que estos virus puedan dar el ‘salto’ a la especie humana, mutar y adaptarse a nosotros como hospedadores. Esto, sumado a la inmensa cantidad de desplazamientos diarios tanto nacionales como internacionales, plantean un escenario en el que estos agentes infecciosos son capaces de cruzar el planeta en menos de un día. En el caso del SARS-CoV-2, además, la vía de transmisión es aérea, que junto a otros importantes factores como la inicial desinformación, la incredulidad por parte de determinadas instituciones y unos sistemas sanitarios menos robustos y preparados de lo que la mayoría pensaban, el nuevo virus tuvo muchas facilidades para establecerse en nuestro día a día.

La pandemia de la Covid-19 ha tenido un impacto sin precedentes en la salud pública mundial. Hasta el 6 de septiembre de 2023, se han notificado más de 600 millones de casos y más de 15 millones de muertes en todo el mundo. Dado que hoy en día continúan los brotes, las olas epidémicas y el virus sigue biológicamente evolucionando y adaptándose, la magnitud de su impacto es aún difícil de delimitar, pero como una de las pandemias más graves de la historia reciente que ha supuesto, nunca debemos olvidar el sufrimiento (en muchos sentidos) y muertes que ha generado, así como el terrible golpe para los sistemas de salud de todo el mundo. Y eso sin olvidar la crisis socioeconómica que ha acompañado desde su irrupción. No es fácil determinar si somos capaces de visualizar la magnitud de lo que ha significado la pandemia, pero sí su impacto sin precedentes en la salud pública mundial y ser conscientes de que sus efectos se seguirán manifestando muchos años más.

P.- Vivimos, de manera reincidente, episodios de aumentos considerables de casos que nos ponen en alerta. ¿A qué se deben estos repuntes?

R.- A pesar de los casi cuatro años que han pasado y el aparente control del virus, quedan desafíos por abordar. La variante ómicron, surgida en noviembre de 2021, significativa y altamente transmisible, supuso un revés en este sentido. Su gran número de mutaciones la hizo mucho más adaptada a nosotros y se convirtió muy rápidamente en la dominante en todo el planeta, coincidiendo con los episodios de movilidad asociados a la época navideña, así como a las condiciones inherentes de la estación invernal en la que se tiende a estar más concentrados en interiores, se dan más reuniones de personas, etcétera.

Biológicamente hablando, estos organismos tienen una única misión que debería sonarnos: sobrevivir y reproducirse. Cada vez que se produce un contagio y el virus se replica en el organismo de una persona se producen pequeños ‘errores’ o mutaciones; cuando se da la circunstancia de que esta mutación o mutaciones sirven para evadir más eficazmente el sistema inmune o mejorar su capacidad de transmisión, es lógico pensar que ese virus 'mejorado’ va a ser el que obtenga una ventaja evolutiva. Y una vez empieza a infectar a otros individuos, consigue hacerse dominante. Puede haber circulando multitud de variantes (de hecho, así sucede desde la aparición de ómicron), pero esa con la ventaja evolutiva, con más capacidad de transmisión y de evadir parcialmente la inmunidad generada en la población por las vacunas y las infecciones previas, suele ser la causante de nuevas olas de contagios, fenómeno también generalmente asociado a episodios de movilidad tanto nacional como internacional (navidades, semana santa, verano...). Y a más contagios, más replicación, mayor número de posibles mutaciones. Y vuelta a empezar.

P.- Los científicos alertan de dos nuevas variantes de rápida propagación. ¿Hasta qué punto esto debería preocupar o alertar a la sociedad civil?

R.- Desde ómicron, todas las variantes descienden de ella y, por suerte, no ha supuesto un descenso en la efectividad de nuestra protección frente a complicaciones graves al adquirir la enfermedad. Además, las vacunas existentes se adaptan a las nuevas variantes con relativa celeridad. Cada nueva variante que ha aparecido descendiente de ómicron ha sido más contagiosa que la anterior y algunas han llegado a desencadenar olas de contagios de mayor o menor calibre, pero no han supuesto una mayor tasa de hospitalizaciones o defunciones por su gravedad. Eso sí, no podemos olvidar nunca que, matemáticamente, a mayor número de contagios siempre van a estar asociadas mayor número de hospitalizaciones y, por desgracia, de defunciones.

En lo que se refiere a las dos variantes de preocupación actuales, siguen siendo ‘familia’ de ómicron. La EG.5 o ‘Eris’, causante de la actual ola ‘silenciosa’ que estamos viviendo en nuestro país, efectivamente ha sido mucho más transmisible que las anteriores y se ha podido percibir que a pesar de su similar sintomatología, afecta más al sistema pulmonar. Los laboratorios encargados del desarrollo de las vacunas ya han anunciado que para otoño estarán adaptadas a esta nueva variante.

Con respecto a la BA.2.86 o ‘Pirola’, la más recientemente descubierta y que proviene de la variante Kraken (que, a su vez, seguía formando parte del linaje de ómicron), estudios recientes han apuntado que supone un cambio genético muy grande, con mutaciones ventajosas de cara al escape inmune, a la altura de lo que supuso la aparición de ómicron inicialmente, algo que debe encender algunas alarmas a nivel de vigilancia. Pero por aparente suerte, también se apunta a que es casi un 60% menos transmisible, con lo que solo queda ver atentamente cómo se comporta en el futuro cercano sobre el terreno.

P.- Se dice que hemos aprendido algo tras la pandemia de la Covid-19, pero desde su punto de vista, ¿se ha reaccionado, es decir, se han puesto en marcha acciones consecuentes para mitigar o evitar errores anteriores?

R.- Con respecto a si el problema causado por el SARS-CoV-2 era o no de esperar, hay que tener en cuenta que en las últimas décadas (especialmente durante las dos más recientes) se han dado casi tantos brotes epidémicos por nuevas enfermedades infecciosas emergentes (SARS, MERS, gripe A, Zika...) como prácticamente en el resto de la historia documentada. Pero, además, ya aparecen casos autóctonos –en nuestro territorio– de muchas enfermedades infecciosas consideradas tropicales (dengue, chikungunya, fiebre hemorrágica del Congo, virus del Nilo Occidental, Viruela del mono, etcétera) y hemos tenido unos cuantos sustos con los brotes de ébola. En los dos últimos años, además, la gripe aviar no deja de dar señales de su adaptación a los mamíferos, estrechando un cerco sobre los humanos cada vez más delicado.

Desde un punto de vista epidemiológico, deberíamos haber estar preparados para la aparición de este y otros nuevos patógenos y tener desarrollado un sistema coordinado de acción, algo que, a la vista de lo acontecido últimamente aún queda lejos de ser una realidad efectiva. Y eso no significa que no se hayan hecho avances. La vigilancia genómica de la evolución del virus y todas sus variantes prácticamente en tiempo real, nuevas herramientas de soporte como la epidemiología de las aguas residuales, los ensayos clínicos para el desarrollo de nuevas vacunas o la mejora de las existentes, o el uso del big data, son ejemplos del esfuerzo llevado a cabo a raíz del inicio de esta pandemia, así como de la dirección en que se debe trabajar, siempre con el soporte de la inversión en estas nuevas tecnologías. En cambio, el refuerzo del sistema sanitario público, aparentemente cada vez más desgastado y con menos recursos cuando nos enfrentamos a nuevas olas causadas por nuevas variantes, parece un tema aún pendiente, con lo que esto supone para la salud de los ciudadanos más allá de las infecciones por SARS-CoV-2.

No debemos pensar solo en la Covid-19, sino en todos los problemas de salud que pueden quedar desatendidos o postergados cuando el sistema se satura durante una ola fuerte de contagios. Se ha querido equiparar esta enfermedad a la gripe, pero a la vista de la pasada epidemia invernal de esta enfermedad queda patente que gran parte de la población no ha integrado en su día a día ciertas medidas de protección cuando alguien cursa una enfermedad infecciosa, como la higiene de manos, taparse la boca al toser o estornudar, o hacer uso de mascarilla cuando se tienen síntomas y se va a compartir espacios cerrados con otras personas a las que se puede contagiar, especialmente, si estas son vulnerables. Además, generalmente suele darse una ola de gripe al año, mientras que por SARS-CoV-2 son más.

En definitiva, la concienciación y educación sobre una Salud Única (humana, animal y medioambiental), movimiento conocido como One Health, es vital para evitar ir perdiendo terreno en esta ‘lucha entre especies’ que todo apunta a que se va a ir intensificando y que idealmente debería consistir en una convivencia equilibrada y adaptada.

P.- Hablemos de las vacunas. La mortalidad descendió drásticamente con su aparición, pero sobre sus efectos secundarios, ¿se conoce el alcance real? ¿Qué interpretación habría que hacer de ciertas lecturas controvertidas sobre sus consecuencias?

R.- El alcance real de los efectos secundarios de las vacunas para la Covid-19 sigue estudiándose por farmacovigilancia actualmente, dado que los datos disponibles proceden de los ensayos clínicos realizados en un número limitado de personas durante un período de tiempo relativamente corto y, más recientemente, de su uso entre los distintos grupos de población. 

Los efectos secundarios más comunes suelen ser leves y duran unos pocos días (dolor en el lugar de la inyección, fatiga, cefalea, artralgias y mialgias, escalofríos, sudoración y fiebre). Los efectos secundarios graves, en cambio, son muy poco frecuentes. Los más graves reportados hasta la fecha son dos tipos de inflamación cardiaca mayoritariamente en varones jóvenes tras la segunda dosis: la miocarditis y la pericarditis.

Pese a ello, los beneficios de su uso superan los riesgos. Las vacunas han demostrado ser muy eficaces para prevenir la enfermedad grave, la hospitalización y la muerte por la Covid-19. Así pues, se precisa seguir investigando estos efectos secundarios, su frecuencia y su gravedad, para poder tomar decisiones informadas sobre la vacunación.

P.- ¿En qué casos considera que es necesario volver a recibir una nueva dosis?

R.- En general, las personas que han recibido dos dosis de la vacuna contra la Covid-19 están protegidas contra la enfermedad grave, la hospitalización y la muerte. Pero la protección contra la infección sintomática y la transmisión disminuye con el tiempo.

En España, las autoridades sanitarias recomiendan que, sobre todo, las personas con mayor riesgo de enfermarse gravemente (los mayores de 65, aquellas personas con condiciones médicas que les pongan en mayor riesgo de la Covid-19 grave como inmunodeprimidos, las personas que vivan en residencias de mayores, o aquellos que trabajen en entornos médicos o sociales) reciban una dosis de refuerzo con cualquier vacuna de ARNm (Pfizer o Moderna) o con la vacuna de Novavax.

P.- Que haya una desigualdad en el acceso a las vacunas, me refiero a los países en vías de desarrollo, y dado que las cepas van cambiando e incluso ciertas vacunas dejan de ser efectivas, ¿no significa que el problema seguirá latente?

R.- Sí, evidentemente esto supone un problema grave que podría (y de hecho lo está haciendo) prolongar la pandemia y dificultar la erradicación del virus. Ahora mismo las vacunas suponen una de las mejores herramientas de que disponemos (aparte de las medidas de protección personales) para prevenir la enfermedad grave y la muerte por la Covid-19. Pero con el ritmo de evolución y aparición de nuevas variantes que el virus ya ha demostrado, si una gran parte de la población mundial no está vacunada, el virus va a seguir circulando y mutando, dando lugar a nuevas variantes que sean más resistentes a las vacunas actuales.

Desgraciadamente, como en otras tantas materias de salud pública, estos países en vías de desarrollo suelen acabar siendo los más afectados, puesto que seguirán estando a la cola también en su acceso a nuevas y/o mejoradas vacunas, con el consecuente aumento de casos y muertes e impacto negativo en su capacidad económica y de desarrollo social.

Actualmente existen iniciativas como COVAX para proporcionar vacunas a estos países de bajos y medianos ingresos, pero no parecen ser suficientes. Por otro lado, considero imperativo que continúe la investigación y desarrollo de nuevas vacunas con mayor efectividad frente a las variantes.

P.- Las personas mayores han sido las más perjudicadas por este virus. ¿Qué deberían seguir vigilando ante esta amenaza sanitaria? ¿Qué precauciones debería integrar en su día a día?

R.- Es una muy triste realidad, pero sí, debido a que poseen un sistema inmune menos robusto y más vulnerable a sufrir infecciones graves, además de, generalmente, padecer otras condiciones médicas que las facilitan. Las personas mayores han sido los grandes perjudicados por esta pandemia, sobre todo, en los primeres meses y hasta la aparición de las primeras vacunas.

Por desgracia, aunque atenuada, esta situación no ha cambiado. Es por ello que frente a esta aún vigente amenaza sanitaria, este grupo etario (o aquellas personas que cuidan de ellos) deben seguir alerta constantemente y especialmente en las mencionadas épocas del año más susceptibles de conllevar una nueva ola epidémica, vigilando cualquier síntoma compatible con una infección por SARS-CoV-2, evitando concentraciones de personas, las multitudes en interiores y por supuesto, hacer uso de mascarilla en las situaciones que lo requieran, así como estar al día en la pauta de vacunación tanto frente a este como a otros virus. Las personas mayores que vivan en residencias o centros sociosanitarios deben seguir siempre las pautas específicas de dichas instituciones.

Además, no olvidemos que las medidas de protección individuales que deberíamos haber integrado en nuestros quehaceres diarios siguen siendo de vital importancia para este colectivo (la higiene de manos, evitar tocarse los ojos, nariz y boca), así como todas aquellas costumbres que ayuden a mantener el sistema inmune fuerte (dieta, ejercicio físico, sueño,etcétera) y en definitiva, un estado de salud general lo mejor posible.

P.- Por último. Uno de los objetivos de la formación que imparte en la VIU es dar respuesta a problemas globales de salud pública y entre ellos el del progresivo envejecimiento de la población. En este sentido, “abordan conceptos de demografía sanitaria relacionados con el envejecimiento, la dependencia y la discapacidad y se analizan las metodologías para la medición e interpretación de la evidencia en la práctica clínica”. ¿Cómo se traduce esto a la vida real?

R.- El envejecimiento de la población es un problema global de actualidad con un impacto muy significativo en los sistemas sanitarios de todo el mundo puesto que conlleva un aumento de enfermedades crónicas y discapacidades, que a su vez acarrea una mayor demanda de servicios sanitarios.

La disciplina de la demografía sanitaria estudia la relación entre la salud y la población, así como todo lo relacionado con el envejecimiento, la dependencia y la discapacidad. Entre sus metodologías está la medición e interpretación de la evidencia en la práctica clínica, algo de vital importancia si se quiere garantizar que los servicios sanitarios sean efectivos y eficientes, así como evaluar el impacto de las intervenciones sanitarias en la salud de las personas mayores. A raíz de la pandemia, se ha detectado un interés muy creciente entre el alumnado por estos aspectos particulares y su aplicación práctica al SARS-CoV-2 y sus efectos entre la población.

En la vida real, este reto del envejecimiento se aborda con una batería de medidas como la promoción de la salud y la prevención de enfermedades entre las personas mayores para retrasar la aparición de enfermedades crónicas y discapacidades (en Estados Unidos, por ejemplo, el National Institute on Aging financia investigaciones relacionadas), elaborar planes de mejora de la atención sanitaria para estas personas e intentar garantizar que reciban la atención que necesitan (en España se utilizan para ello los datos obtenidos mediante las encuestas que lleva a cabo el Instituto Nacional de Estadística) y el apoyo a la dependencia para aquellas que necesiten asistencia en sus actividades diarias, con la puesta en marcha de servicios de atención domiciliaria o de larga duración integrados en nuestro sistema de salud.


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